En la vida de las personas con ceguera, que es mi caso, la mayoría de las situaciones se consideran una sorpresa; simplemente, si en este momento voy a mi refrigerador y tomo una lata de refresco, conoceré qué sabor tiene el líquido hasta que lo pruebe. Con base en eso, debo decirte que me gusta vivir cada situación de esa manera pues, la mayoría de las veces, la sorpresa ha hecho que disfrute más que si hubiese tenido expectativas de lo que iba a vivir.
Aunque en mi vida tengo cierto orden, necesario para hacerlo todo más fácil, también cuento con esa parte de fluir con lo que el mundo tenga planeado para mí. Quizá sea esto por lo que doy poca importancia a ir o no a un lugar específico, mientras la compañía me agrade, o a comer un platillo determinado, mientras tenga opciones para elegir.
¿Qué aprendo de esto? … porque de todo se aprende.
Aprendo que, cuando nos dejamos llevar por el ritmo de la vida, obviamente hacia el destino que deseamos ir, las cosas se dan con mayor facilidad.
Aprendo que cada paso hay que darlo con cautela, porque es bonito confiar en el camino, pero también cuidarse por si adelante hay un escalón o un bache… y hablo de la calle y de la vida.
Aprendo que el Universo tiene magia: convierte mi deseo de un refresco de manzana en uno de naranja… y entonces descubro que naranja era el sabor perfecto para mí en ese instante.
Aprendo que si alguien decide acercarse y saludar es debido a que en verdad me aprecia… porque pudo no haberlo hecho, pero lo hizo.
Aprendo que el mundo tiene situaciones más complicadas que el sabor de un helado o el ingrediente que el mesero olvidó retirar de tu hamburguesa.
Aprendo que no se trata de resignarse, sino de disfrutar al máximo cada instante, porque las sorpresas están a la orden del día y no sabemos de qué nos estemos perdiendo solo por tener un capricho de que el mundo sea como yo quiero.
¡Tengo una buena noticia para ti!
No se requiere de vivir a ciegas para permitir que la vida te sorprenda; es suficiente con desearlo, admirar el otro lado de la situación y decidir darte cuenta que el mundo es perfecto del sabor que te toque. Entonces, ya que la discapacidad no es requisito para que la vida te sorprenda, te invito a abrir tu mente ante el cambio; te invito a cerrar los ojos por un instante y dejarte llevar por la intuición; después, tú que puedes, ábrelos y percibe las maravillas que hay en el mundo que te rodea.
Te recuerdo reflexionar, comentar y COMPARTIR este escrito. ¡Hasta la próxima!
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