Un niño con gafas de sol está jugando al fútbol en un campo de césped. Lleva una camiseta blanca y pantalones cortos negros. Está controlando un balón de fútbol con el pie y parece estar en movimiento. Hay una portería de fútbol en el fondo.

Como lo prometí en el artículo anterior, hoy quiero platicarte sobre el personaje que es la contraparte a los ‘asesinos de ilusiones’. No todo es masacre, como ya lo sabes, pero la clave está en decidir voltear la mirada hacia las personas que sí aporten valor a nuestra vida. No puedo hablarte de creadores de sueños sin dejar en estas líneas una de las experiencias que me sigue marcando cada vez que la recuerdo, aunque haya sucedido hace tantos años.

Mi segunda oportunidad teniendo como protagonista al futbol llegó a los 9 años, cuando decidí registrarme como jugador de la selección del colegio donde estudiaba. En la primera práctica, el ‘Profe’ Óscar, entrenador y maestro de educación física, comenzó la entrega de las playeras que nos identificaban. Todo jugador sabe que el número de su camiseta depende de la confianza que el entrenador le tiene; casi siempre los titulares son aquellos del uno al once, aunque eso ha cambiado con el tiempo. Cuando el ‘profe’ me entregó el número dos, supe que él apreciaba mi calidad como lateral izquierdo, la posición en la que me desempeñaba.

Aunque tenía discapacidad visual, el entrenador siempre me exigió el mismo esfuerzo que a mis compañeros. Debía correr por la orilla del campo, hacer ejercicios de estiramiento y todo lo que implicaba ser seleccionado del colegio. Me sentía parte de un equipo, pues mis amigos también me aceptaron de una gran manera, apoyándome cuando era necesario. Únicamente tuvimos un partido oficial, pero fue ahí donde, para mí, el maestro adquirió su título de “Creador de sueños”.


Nuestro equipo se enfrentaba contra la escuela de fútbol de Pumas, la de mayor fama en la ciudad. Llegamos a tiempo al campo, con la finalidad de conocer el lugar y adaptarnos a las condiciones de la cancha. Ya por iniciar, únicamente habíamos llegado 14 miembros del equipo, con lo que tres de nosotros nos quedaríamos en la banca, como ‘armas secretas’ si el partido se complicaba.

Sonó el silbato y nuestro equipo se puso en ventaja: los entrenamientos habían dado frutos. Al culminar el primer tiempo, ganábamos con un marcador de 3 – 1, para sorpresa de muchos.

El ‘profe’ habló con nosotros en el descanso, la clásica charla motivadora donde nos aconsejaba no bajar los brazos. Mientras mis compañeros platicaban los detalles del partido, me pareció una buena oportunidad para calentar: iniciaría el segundo tiempo y el entrenador podría llamarme en cualquier momento.

El partido se reanudó y casi de inmediato nos anotaron un gol, así que el entrenador decidió hacer un par de cambios, metiendo a mis dos compañeros a jugar. Yo me mantuve calentando, pues sabía que en cualquier instante entraría al campo. Pasaron algunos minutos y, de pronto, el ‘profe’ gritó: —¡Árbitro, cambio! —y se giró para decirme: —Emmanuel, vas por la banda izquierda, atento ahí.

Mi sueño se había realizado, estaba en un campo de fútbol, con mi número dos en la espalda, en un partido con la selección de mi colegio. Ya no se trataba de un ‘jueguito’ durante el recreo, esto era real. Di mi mejor esfuerzo; recorrí más de 10 veces la banda izquierda. Mi equipo anotó una vez más y el encuentro finalizó con un contundente 4 – 2. No toqué el balón ninguna vez, pero sé que hice un excelente partido, puesto que mi maestro me felicitó. Años después, platicando con él, le pregunté la razón por la que me había permitido jugar; su respuesta me sorprendió: —Era tu sueño.

¿Cuántas oportunidades has tenido para formar parte de los creadores de sueños?

Muchas veces nuestras creencias o ideas nos impiden ver más allá de la nariz, pero no imaginas qué tanto puedes influir cuando decides apoyar para que alguien a tu alrededor convierta en realidad algo que ha soñado siempre. ¿Prefieres ser asesino de ilusiones o creador de sueños?

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