La imagen muestra a un niño jugando al fútbol dentro de una casa. Está a punto de patear un balón de fútbol clásico en blanco y negro. El niño lleva una camiseta azul, pantalones cortos blancos y medias a rayas azules y blancas con zapatos marrones. Su cabello es negro y luce concentrado en su juego. La habitación tiene una atmósfera cálida con luz natural entrando por la ventana y muebles de madera que incluyen una silla y una mesa. En la pared hay un cuadro de un jugador de fútbol y varios objetos decorativos alrededor.

Hoy quiero compartir contigo el fragmento de un texto que, espero, algún día se convierta en un libro. Hablar de ilusiones y sueños siempre es interesante, aunque al tener discapacidad visual no falta quien realice la clásica pregunta: -¿Los ciegos sueñan? El objetivo de este texto no es resolver dicha duda, sino entender cómo nos comportamos ante los sueños, sobre todo cuando no son nuestros.

Para este artículo invitaré a un personaje que conoces muy bien: se llama ‘asesino de ilusiones’. Ahora te contaré cómo me encontré con él y, finalmente, espero que compartas también si te has tropezado con alguno.

En una ocasión me encontraba jugando fútbol en la sala de mi casa. No tenía un espacio enorme ni alfombrado; simplemente tenía un balón de plástico y un sorprendente tino contra los adornos de mamá. Aquella tarde corría a través de seis metros cuadrados imaginando que era el mejor futbolista del mundo. Con siete años, casi podía escuchar al cronista que decía: —Meraz lleva el balón; se quita a uno, se quita a otro, le pega de zurda… ¡goooooooooool!

Por supuesto que yo era el tal ‘Meraz’ y, aunque estaba solo en casa, me sentía cobijado por miles de gargantas que coreaban el gol que acababa de meter. De pronto escuché una voz desde la ventana que se burlaba de lo que había presenciado: —¿Eres futbolista? ¿Y con esas piernillas que parecen hilos? —Ese, que recuerde, fue mi primer contacto con un asesino de ilusiones.

Tú y yo nos hemos transformado en asesinos de ilusiones al destruir sueños de las personas que nos rodean. A veces nos dicen que les gustaría escribir una canción y nosotros respondemos con un ‘¡Pero si tú no cantas ni en la regadera!’ ¡Pum! A veces nos cuentan un nuevo proyecto y reviramos con un ‘¡Eso no lo han hecho ni los japoneses!’ ¡Pum! Tenemos una gran capacidad destructora de ilusiones; nos entregan una carta de amor, escrita después de varias noches en vela, y respondemos con un ‘Te pasas, ¿no pudiste ser más meloso?’ ¡Pum! Y de pronto, olvidando nuestra actitud, comenzamos a hacernos preguntas como: ‘¿Por qué ya no confía en mí?’, ‘¿Por qué ya no es como antes?’ La respuesta es simple: Porque a nadie le gusta convivir con asesinos de ilusiones.

Por supuesto: no todo es masacre contra las ilusiones y objetivos de nuestra vida. Existe un chaleco antibalas que nos cuida de esos ‘¡Pum!’ que percibimos a diario: la confianza en nosotros mismos. Podemos despertar cada mañana con el pensamiento de que nada ni nadie puede hacernos daño si nosotros no lo queremos así; entonces podremos convertirnos en personas que desafían las leyes de lo ‘normal’, para realizar lo que muchos consideraban imposible.

Otro método, además del chaleco de la confianza, es alejarse lo más posible de esos asesinos de ilusiones. Entiendo que pueden encontrarse en la familia y no siempre podremos dejarlos tras una puerta, pero busca a las personas que te ayuden a salir adelante y no a aquellos que te dejen sin energía para avanzar.

Seguramente no nos conviene luchar contra todo el mundo, pero comienza contigo: pon atención a tus reacciones y modifica lo que sea necesario; no será fácil, pero cuando lo hayas logrado las sonrisas de quienes te rodean y el cariño sincero de muchas personas te saludarán.

Hay otro personaje, la contraparte de los ‘asesinos de ilusiones’; yo les llamo ‘Creadores de sueños’, pero a ellos los conoceremos en un artículo próximo. Gracias por leer, comentar y compartir. Te espero en mis redes sociales, estoy como @aemeraz en todas ellas. ¡Sigue leyendo!